viernes, 8 de abril de 2011

Unión Europea: el gran ¿cambio?

La Unión Europea, esa gran utopía de buenas intenciones y ayuda mutua, por fin se materializó en España en 1986. Desde arriba nos lo vendían como un panal lleno de rica miel y jalea, en el que todas las abejas trabajábamos de la misma manera en un estado de nirvana propia de la igualdad. Pero, por desgracia, hay más de un zángano.
Al trabajador medio no le ha supuesto ningún gran cambio en su vida el hecho de entrar en la UE. España ha cambiado su status de españolito medio, que sale del pueblo para ir a la gran ciudad por el de un español que sale del pueblo para ir a la gran ciudad. ¿La diferencia? Que somos europeos oiga, que eso tiene más caché que el de la madre patria.
Nos vendieron aquello de la unión como el gran cambio: íbamos a pasar de ser individualistas y patrióticos a tener el sentimiento que tienen los norteamericanos: somos una gran nación, formada por estados pero todos somos iguales y nuestro vecino finlandés es igualito a nosotros. Además, todos los países nos íbamos a ayudar mutuamente y el nivel de nuestra educación, de nuestra cultura y de nuestro nivel de vida no iba más que aumentar.
Sin embargo, ese gran y preciado cambio no lo veo: la educación es cada día más pésima, se han eliminado asignaturas básicas, la educación obligatoria se ha rebajado, y a día de hoy no forman personas humanas, solo máquinas dispuestas a conseguir el máximo de títulos y reconocimientos con el mínimo esfuerzo. Se dedican a mecanizar a la juventud, de una manera cuasi orwelliana, sin tener en cuenta las grandes características que nos diferencian de los animales: sentimientos y raciocinio.
La economía europea tuvo su auge hace unos años; pero a día de hoy, que es cuando realmente se necesita esa ayuda mutua y ese apoyo internacional, no hay reacción. ¿De qué nos sirve ser europeos si a la hora de una desgracia económica no hay respuesta que ayude al parado, al estudiante sin beca o a nuestros mayores? España se hunde mientras las grandes ratas se resguardan tras la bandera europea.
En definitiva, esta Unión Europea que nos vendieron como la salvación y el fortalecimiento del viejo continente puede que ayude a los dirigentes que quieran tener una casa de vacaciones en Ibiza, o un ático en pleno centro de Berlín. Pero para el agricultor francés, para el olivarero español y para el obrero que trabaja en el centro de Budapest no hay ningún cambio, aparte del encarecimiento de los productos con la llegada del Euro, mientras ve cómo su sueldo se estanca.

1 comentario:

Rodrigo dijo...

Este post fortalece mi teoría que eso de la Unión Europea es relativo. Desde luego de unión nada. En ningún momento se piensa y se actua como grupo de naciones. Cada uno va a su bola y se sacan normas que luego cada uno aplica a su manera. Así estamos, cada país con un sistema educativo, con un sistema de salud... muy unión, sí.

GRan post amigo!!